jueves, 6 de diciembre de 2012

Poesía, dignidad y revolución


John Holloway

Hace poco alguien me describió como un poeta. No entiendo por qué lo dijo, porque no escribo poesía pero yo me sentía enormemente halagado, a pesar de saber que el lo entendía como un insulto, o una descalificación. Lo entendía como descalificación porque estaba diciendo que la teoría revolucionaria no se debe confundir con la poesía. La poesía es peligrosa porque tiene que ver con un mundo bello pero irreal, mientras que la teoría revolucionaria tiene que ver con el mundo real de lucha dura. En este mundo real de lucha, hay que enfrentar lo feo con lo feo, las armas con las armas, la brutalidad con la brutalidad.

No estoy de acuerdo con este argumento. Al contrario, quiero proponer que la teoría y prácticas revolucionarias tienen que ser poéticas o artísticas para ser revolucionarias, y también que el arte tiene que ser revolucionario para ser arte.

Nada más, tomo como punto de partida que todos sabemos que el capitalismo es una catástrofe para la humanidad, y que si no logramos deshacernos de él, si no logramos cambiar el mundo de forma radical, es muy posible que los humanos no vayamos a vivir muchos años. Por eso hablo de revolución.

 

En un dicho famoso, Adorno, dijo que después de Auschwitz ya no era posible escribir poesía. No tenemos que regresar los sesenta años a Auschwitz para entender lo que quería decir. Tenemos horrores suficientes a la mano, sobre todo en América Latina, sobre todo en el mundo de hoy (Abu Ghraib, Guantánamo).En este mundo, pensar en crear algo bello parece una falta terrible de sensibilidad, una burla casi de aquellos que en este momento están siendo torturados, brutalizados, violados, asesinados. ¿Cómo podemos escribir poesía o pintar cuadros o dar conferencias cuando sabemos lo que está pasando alrededor de nosotros?

Pero ¿entonces qué? Lo feo contra lo feo, la violencia contra la violencia, el poder contra el poder, todo eso no es ninguna revolución.

 Revolución, la transformación radical del mundo no puede ser simétrica: si lo es, no hay ninguna transformación, simplemente la reproducción de lo mismo con otras caras. La asimetría es la clave del pensamiento y la práctica revolucionarios.

Si estamos luchando para crear otra cosa, entonces nuestra lucha también tiene que ser otra cosa.

 

La asimetría es central porque estamos luchando no contra un grupo de personas sino contra una forma de hacer las cosas, una forma de organizar el mundo. El capital es una relación social, una forma en que las personas se relacionan la una con la otra. El capital es el enemigo, pero esto quiere decir que el enemigo es cierta forma de relaciones sociales, una forma de organización basada en la supresión de nuestra determinación de nuestro propio hacer, en la objetivación del sujeto, en la explotación. Nuestra lucha por otro mundo tiene que significar que estamos contraponiendo otras relaciones sociales a las que combatimos (…) Si luchamos sobre el terreno del capital, perdemos aún si ganamos.

Pero; ¿qué es esta asimetría, esta otredad que oponemos al capital?

En primer lugar, la asimetría significa negación, si entendemos al capitalismo como un sistema de mando, entonces estas desobediencias, estos intentos de hacer otra cosa, estos haceres que van contra y más allá del trabajo abstracto se pueden entender como grietas en el sistema. Es gente diciendo individual, colectiva o a veces masivamente “No, no vamos a hacer lo que dicta el dinero, nosotros en este momento, en este lugar, vamos a hacer lo que consideramos necesario o deseable, y vamos q crear las relaciones sociales que queremos tener.” Estas grietas pueden ser tan pequeñas que nadie las ve (la decisión de un pintor de dedicar su vida a la pintura, sean lo que sean las consecuencias) o pueden ser más grandes (la creación de una escuela rebelde o este coloquio, por ejemplo), o pueden ser enormes (como la revuelta de los zapatista)

A pesar del hecho de que se oponen a la lógica del mundo, estas grietas existen por todos lados, y mientras más nos enfocamos en ellas, más nos damos cuenta de que el mundo está lleno de grietas, grietas que corren, se expanden o se llenan; un mundo de particularidades, en el cuál las grietas tienden a juntarse, aunque no tienden necesariamente a la unidad.

Este mundo medio invisible es un mundo de dolor pero no de sufrimiento. Es un mundo de dolor porque el otro mundo, el mundo del trabajo abstracto, está sentado encima de él, lo suprime y reprime. El mundo del trabajo abstracto es un mundo de dinero, de cosas, de relaciones sociales reificadas, de la objetivación de los sujetos humanos, objetivación hasta el punto de asesinato, violación y tortura., de una aceptación y psividad.  Pero nuestro mundo es el mundo del sujeto que se niega a aceptar su objetivación, del creador que lucha contra la negación de su creatividad. Nuestro dolor  es el dolor que nos mueve a la acción.

Nuestro dolor es el dolor de la dignidad.
 
 
Fuente: http://www.johnholloway.com.mx/2011/07/31/poesia-dignidad-y-revolucion/ Aquí hallarán el texto completo y original de donde fue tomado


vatinoquier

martes, 13 de marzo de 2012

Sobre la Paciencia por Angel Gabilondo

Prefiero la paciencia a la resignación. No es inactividad ni es claudicación. Es constancia, insistencia, coherencia. Hay quienes se descomponen si las cosas no van como desean, si no suceden inmediatamente. La paciencia sabe atender, es una forma de acción que convive con la espera. La precipitación no es su camino. Pero no se limita a aguardar la llegada de algo o de alguien, con su quehacer crea las hospitalarias condiciones para que advenga. Hace venir.

Son tiempos de urgencias. Sin duda, algunas alarmantes. Y hemos de abordarlas, de enfrentarlas o, quizá, de afrontarlas, de aceptar el desafío. Claro que hay que hacer. Sin embargo, la acción no es realizar cualquier cosa de cualquier manera para sentirse decidido o activo. Ni es limitarse a constatar qué pasa. Es procurar que ocurra, y de una determinada forma. Tanto la ansiedad como la apatía son formas de desconsideración. No es que transgredan lo previsto, es que impiden toda previsión, ese modo de ver que antecede, preludia y desea.

La paciencia no lo da todo por ya prefigurado o clausurado, aprisionado por la expectativa. Desestima el apresuramiento. Y la pasividad. Es compatible con el elegir, con el preferir.

Amanece por la maduración de la noche, por la fuerza del día, por su buena labor, no porque cerremos o abramos los ojos. No es adecuado precipitar el fruto, su fructificación exige un determinado trato con el tiempo. La paciencia comprende su quehacer y lo quiere y lo acompaña. Combate toda prisa, todo miedo y sabe hasta qué punto late en la plenitud del instante alguna forma de eternidad que cabe atisbarse o incluso habitarse, como sólo un mortal es capaz de hacer. Demorarse en algo, permanecer en ello, deambular por sus aristas y laderas y saber convivir con el asunto es compartir la propia paciencia de la cosa. Ella se configura poco a poco. Como la vida, que tanto viene como se va.
 No siempre vemos ni prevemos lo que nos aguarda. Esperamos abiertos a lo imprevisto, esperamos incluso lo inesperado, que es tanto como desvivirse por vivir. Por eso, la paciencia no es un simple estado de ánimo, ni un ingrediente de la actividad. Es una forma suprema de atención, de activa contemplación, de aquella que participa en el brotar o emerger de algo, del otro, de la vida. La paciencia acompaña y, a la par, alumbra. No es simplemente comadrona, siendo ésta decisiva y no sólo para Platón, es concepción, hace irrumpir en la luz.

No esperemos sentados en el umbral de la puerta el paso de un hecho concluido, de un hecho tan hecho que resulte un deshecho, un cadáver que, en última instancia, acabaría por ser el nuestro.

Terminaríamos por ser mirados por lo que decimos ver, agotado nuestro mirar. La paciencia nos hace hacer pero sin voluntad de darlo todo ya por finalizado, por finiquitado, por finado, por muerto. Es la paciencia de no querer dejarlo todo agostado, sin vida. No es reposo, es inquietud.

No sólo esperamos, también somos esperados por lo que nos espera. Por eso, la paciencia no consiste en detenerse, ni en suponer que todo es indiferente respecto de lo que pensamos, decimos y hacemos.

Ahora que parece primar el abordaje, el asalto, el ataque, ahora que para algunos ser ejecutivo es ser ejecutor, hay otro modo de acción, sereno, insistente, no el de la mirada que escudriña sino que penetra en el corazón de lo que hay y lo toca sin arrasarlo todo. Una y otra vez procuramos, luchamos y perseguimos lo que no acaba de llegar, pero no cejamos. En definitiva, no se trata de improvisar respuestas de repuesto, ante la incapacidad para soportar las cuestiones abiertas. Temerosos, somos capaces de precipitar cualquier supuesta solución, con tal de no tener que sostenernos pacientemente en el problema y vérnoslas con él.

La paciencia no es indiferencia. Resulta desconcertante y magnífico cómo convive con la pasión, cuando ésta no es entendida como una intervención puntual, casual, coyuntural, sino como un estado de intensidad. La insistencia y la energía ofrecen otras posibilidades y dan a la vida un primor y una frescura inclasificables. Me gustan quienes ni son impasibles ni se alteran permanentemente, quizá porque siempre tienen curiosidad y nunca se dan por definitivamente peripuestos. Se les ve incidir en las cuestiones y, más que tomar, esperan dejar o desprenderse de algo. Aunque se despojen de sí, necesitamos que no se nos vayan. Su espera nos hace vivir porque viven creativamente.

Por eso, tal vez la justa paciencia quede reservada para la profunda humildad del artista capaz de crear, que espera la hora del alumbramiento. La paciencia es artífice. Así nos lo recuerda Rainer Maria Rilke. “Ahí no cabe medir por el tiempo. Un año no tiene valor y diez años nada son. Ser artista es no calcular, no contar, sino madurar como el árbol que no apremia su savia, mas permanece tranquilo y confiado bajo las tormentas de la primavera, sin temor a que tras ella tal vez nunca pueda llegar otro verano. A pesar de todo, el verano llega. Pero sólo para quienes sepan tener paciencia y vivir con ánimo tan tranquilo, sereno, anchuroso, como si ante ellos se extendiera la eternidad. Esto lo aprendo yo cada día. Lo aprendo entre sufrimientos, a los que por ello quedo agradecido. ¡La paciencia lo es todo!”

sábado, 25 de febrero de 2012

Teoría del Túnel, Julio Cortázar

Lecturas imprescindibles para escribidores sumergidos por la estructura, hiperrealistas crónicos y por que no, críticos literarios.


Inmiscuirse en la obra crítica primera de Cortázar, resulta una refrescura con notas de comienzo, un cambio de algo más que pieles y un volver pero sin perder el esqueleto u olvidar el camino andado en el intento, y aunque las apreciaciones siempre distarán unas de otras según el receptor, estas líneas van desarrollandose con total alegría, resultado de mezclar esa liberación casi palpable que otorga el autor en su ensayo y la intactitud propiamente dicha llamada experiencia, que cargaremos por siempre.
Invito entonces a quien guste, a disfrutar del texto, y no solo se resuma a leer y quizá analizar, sino que a su vez,  libere esa pluma para hacer de esta crítica analítica y manifiesto literario también un ejercicio experimental.

Con apenas quince páginas leídas ya comenzaba a sentir mis dientespalabras de leche volver a caer, y claro, no resultará absolutamente nada para quienes no pueden aún hallar detrás de cada grieta la ventana de posibilidades que con decencia se abre a la vez que inyecta anticuerpos y desprende permisos para toboganear expresiones una vez y otra mas.  Así van llegando los conceptos, de la mano, con las ganas de garabatear en el escaparate de los moldes aprovechando la norutina. Esa idea más o menos es la que se va implantándo a lo largo de este proyecto y que poco a poco por puro disfrute iré compartiendo.

Capitulo 68 Rayuela.

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"Un encuentro del Hombre con su reino"
Obra crítica I , Julio Cortázar

jueves, 16 de febrero de 2012

Las Mujeres en el Arte

Para hablar hoy de la mujer en el Arte como sujeto; grandes y muchas mujeres, anónimas mujeres y pocas recuperadas del pasado, debieron hacer un arduo camino de años, de siglos…
Por lo que encontrarse a veces laureando presente es recortar la lucha y la historia misma de la que pocos y tal vez pocas también… reparamos.


¿Por que palabras como Genio o Musa cuadran tan “normalmente” con un genero determinado, o por qué decir artista suena a estética femenina a maquillajes y a actrices?

El vuelco de las obligaciones y las expectativas para el hombre y la mujer.

Biológicamente, hasta hace no mucho tiempo atrás se basaba la desigualdad sosteniendo que el cerebro de la mujer era más pequeño, físicamente constituida para dar a luz inhibiendo la posibilidad de crear y nacida para obedecer más que para mandar, así su lugar en las artes plásticas seria el de copista esforzada pero nunca el de creadora. Su estilo, un reducto inmutable relacionado solo con formas redondas, con el sentimentalismo, con colores suaves y sinònimo de decoración y blandura, sellaban de esta forma su capacidad a partir de su condición. El Ser Mujer.


Una carrera llena de obstáculos, la Mujer como "Sujeto" del Arte.

Claude Lèvi-Strauss afirmaba, “Todos los seres humanos sin excepción poseen un lenguaje, una tècnica, un Arte…” negar esta capacidad artística es negar su condición humana.

Hasta el siglo XIX se insiste en su castidad y pureza, como si el hecho de tener dotes que las asemejen a los hombres, implicase una pèrdida de su esencia femenina, siendo la realización artística un camino plagado de prejuicios, donde solo aquellas con la fuerza y la inteligencia suficiente para situarse fuera de lo tradicional, llegarían a ser artistas -heterodoxas artistas- así, la mujer en el arte; modelo, cuerpo, objeto de deseo donde hombres posan miedos y miradas, fuente de toda inspiracion, ve la lenta transformación de la mujer, como sujeto, como artista y creadora del arte.


“Si debo obedecer a la ley de los contrastes que gobierna el orden físico y moral del universo, estoy obligado a colocar en la clase de mujeres peligrosas para los hombres de letras, a la mujer honesta, a la intelectual y a la artista (…) Y debido al hecho de que todos los verdaderos escritores llegan a experimentar en un momento determinado, un intenso horror hacia la literatura, es que yo no admito para estas almas orgullosas y libres, para estos espíritus fatigados que tienen siempre necesidad de descansar en su séptimo día, mas que dos clases de mujeres posibles, las adolescentes, o las analfabetas; el amor, o el puchero. Hermanos míos, ¿es necesario explicar ahora las razones? Baudelaire


“La mujer que amaba el arte, corría cuanto podía inspirando desconfianza, temor, aunque también fascinación, sujeta al origen de todo mal, atada a la estabilidad y reproducción del orden social. Suave, fuerte, firme, la otra mitad presente, que surge como impulso creativo y percepción diferente… Santas, putas, brujas, niñas, cortesanas, esclavas y diosas surgen al arte como creadoras… Mujer y arte, maldición o bendición?”

Andrea Crosa


Mujeres en el Arte, Amparo Serrano
Charles Baudelaire, consejos a los jóvenes escritores
Historia de Mujeres, Rosa Montero El libro de las mujeres, Ana Maria Shua

domingo, 12 de febrero de 2012

Escritura y Crítica veinticinco años despúes



Estas palabras corresponden a Hugo Wast prologando su novela "Alegre"  25 años despúes de aquella primera edición; un libro ´con el que me topé en la biblioteca de una casa de vacaciones en San Bernardo hace un par de años y del cual a punta de lápiz me traje en anotaciones parte de esas letras porque creí y sigo sosteniendo que en ellas encierra una idea que si no es original, viene a liberar un poco la rigidez en la escritura, a desestresar con nuevos permisos y a ser críticos objetivos pero a la vez mas flexibles con quienes arrancan en esta hermosa tarea de escribir. Ahora que ya tengo mi viejo ejemplar,  me atrevo a compartir un fragmento de aquel texto.
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¡Qué ilusiones las mias en aquellos tiempos! ¡Qué ilusiones y después que desencantos!
¿Cómo dejar ahora que aparezca su nueva edición sin explicar de algún modo la evolución de una obra en un cuarto de siglo?
No volveré a sentir nunca la alegría de escribir como cuando borroneaba a prisa las quinientas y tantas cuartillas que componen el primer manuscrito.
... No tenía experiencia del arte que había acometido con tal tesón, y mi espíritu crítico era tan inocente como Adán antes de la manzana.
No sabía, cuando empecé la composición, si escribiría un cuento o una novela, solo mi pluma que volaba instintivamente como una paloma mensajera, que no calcula etapas ni dificultades.
Me movía la vocación, que es un instinto ciego y omnipotente, escribía con el placer de un niño que juega por matar el tiempo o por vicio; así lo hacía yo, y ahora me complazco de haber escrito muchos centenares de cuartillas, adquiriendo la práctica y puliendo mis herramientas en una edad en que no tenía ningún sentido crítico.
Cierta vez un periodista me preguntó, que consejo le daría yo a los principiantes, y yo respondí: “Que principien de una vez”.
¿Y después? – ¡Que sigan!

Y Aunque esto lo dije en son de broma, no deja de ser una respuesta que la experiencia me ha sugerido.
Cuando un principiante siente la vocación de escritor y quiere formarse a fondo con abundantes estudios para saber, antes de comenzar como es la novela perfecta, lo más probable es no comience nunca.
No hay que dejar pasar estériles los años de los entusiasmos, tanto mas ardientes cuanto más ciegos.
El espíritu crítico debe desarrollarse un buen cuarto de hora mas tarde después que la práctica del escribir.
¡Ay, de aquél que antes de haber escrito una línea ha aprendido cómo se debe de escribir!
Al pretender aplicar su vasta ciencia, hallará tal distancia entre lo que le sale de los picos de la pluma y lo que desea que le salga, qu jamás se atreverá a enseñarlo a otro o publicarlo(....)

Hugo Wast, Agosto de 1929
Alegre
Imagen: Perspectivas, Vatinoquier